En un contexto de crisis como el actual, herramientas de medición como la EPA indican que la destrucción de empleo se incrementa sin freno, salvo periodos de creación de empleo muy concretos. Los datos desestacionalizados son claros.

Una de las cosas que podemos encontrar en este contexto, es que las características básicas del mercado laboral no parecen haber variado. Reducida movilidad geográfica, sobrecualificación, tasas de desempleo juvenil muy elevadas y un desempleo estructural también muy elevado. En este sentido usaremos como tasa de referencia el 8%, que es la más baja que ha conocido este país.

El tejido productivo español es, además, alimento de este marco. Un sector servicios de baja cualificación muy extendido, un reciente boom inmobiliario que absorvió gran parte de la mano de obra no cualificada durante muchos años, ocultando dicho problema y fomentándolo al mismo tiempo, pues invitaba a muchos jóvenes a abandonar los estudios.

El mercado inmobiliario también está relacionado con este tipo de fenómenos, ya que no invita a la movilidad y absorbe una parte importante de la renta de los trabajadores. Los precios de los alquileres no son lo suficientemente atractivos, y en muchas ocasiones el monto de las cuotas hipotecarias y el desconocimiento sobre los índices que se aplican al cálculo de las cuotas, como puede ser el Euribor, contribuyen a generar una cultura de vivienda en propiedad, baja movilidad, etc.

La crisis financiera, unida a estos factores, ha propiciado un mercado laboral que no invita al optimismo.

Además, bancos, inmobiliarias y otros actores del mercado, que poseen grandes bolsas de activos inmobiliarios, actúan como lobbys de gran influencia promoviendo legislaciones con el objetivo de salvaguardar sus intereses, en este caso que estos activos inmobiliarios no causen grandes pérdidas en sus balances. Como colateral de esta situación el tejido empresarial se resiente por la falta de crédito y apoyo institucional, el coste de la vida apenas desciende, mientras que la renta de los trabajadores sí lo hace y, en definitiva, se produce un círculo vicioso que contribuye al deterioro de la economía y del mercado laboral en particular.

Concretando

El debate en torno al mercado de trabajo, actualmente, se articula en torno a tres ejes fundamentales.

El primero de los ejes hace referencia a la flexibilidad del mercado laboral, o dicho de otra forma, la capacidad que tiene la fuerza de trabajo para ajustarse, al mismo tiempo, a la demanda de trabajo y al salario real.

El segundo de los ejes pivota en torno a la precariedad laboral, la diferencia entre el incremento de los salarios y el incremento de beneficios agregados del sector empresarial, inestabilidad, aumento del cómputo horario agregado, etc.

Como tercer eje, y no menos importante, las asimetrías de género que se producen en este mercado.

Intentaremos responder a estas tres cuestiones con el análisis posterior.

Análisis

En la tabla superior se puede ver un resumen del estado actual del mercado laboral. Lo más destacable del cuadro es, en primer lugar, que la población de entre 16 y 29 años es quien más está sufriendo el ajuste del mercado laboral, seguida por la población de entre 30 y 49 años, y por último la población de más de 50 años, cuya tasa de paro entra dentro de unos márgenes aceptables, estando en el caso de los hombres ligeramente por encima de la tasa de desempleo estructural en España (8%) y sustancialmente por debajo en el caso de las mujeres.

Otro de los datos que se derivan de la tabla anterior es que para el segundo trimestre del 2013 son los hombres los que están sufriendo, en términos relativos, una tasa de paro mayor en cualquiera de los grupos de edad.

Como se puede observar en la tabla superior esta diferencia no es solamente una circunstancia de la medición de la EPA para el segundo trimestre de 2013, sino que se trata más bien de una  tendencia. Es decir, los hombres pierden de media más empleos que las mujeres.

Este otro gráfico confirma lo expuesto en el primero. Los activos que se encuentran en el grupo de 16 a 29 años son personas dependientes económicamente, fundamentalmente. Los porcentajes de activos para las categorías sobre ayuda familiar y parados en búsqueda de primer empleo así lo atestiguan.

El cuadro superior muestra el monto total y la relación de mujeres y hombres en cada sector profesional según la EPA. En la columna de la derecha lo que se refleja con un código de colores es, según el Barómetro del CIS de 2013, y dividido en tres categorías, el nivel de percepción social que podría asignársele a cada una de dichas categorías de forma aproximada.

Lo que se observa en esta tabla, en primer lugar, es que hay una división sexual en ciertas categorías laborales muy clara. Sin embargo, y de forma ciertamente contraintuitiva, la relación de hombres con respecto a mujeres es, de media, mayor en tanto en cuanto más baja sea la percepción social de la categoría laboral. Excepciones son las categorías relacionadas con trabajadores elementales y sector servicios, aunque la relación a favor del sexo femenino sea más equilibrada que en el caso de ocupaciones militares, trabajadores agrícolas, etc.

Recapitulando

 

Podría argumentarse que el primer punto mencionado se debe a que los jóvenes de entre 16 y 29 años han aterrizado en un mercado laboral en pleno proceso destructivo, y que una parte importante de los activos que se acercan a la treintena pertenece a la bolsa de trabajadores poco cualificados que participaron en el sector de la construcción pre-crisis, de forma que tienen un hándicap importante a la hora de competir en un mercado laboral tan deteriorado.

En cuanto a la destrucción de empleo masculino, parece complicado de argumentar. El argumento más razonable que encuentro es que los hombres se encajan en gran medida en categorías profesionales de baja valoración social, de manera que pudiesen ser empleos más volátiles. Sin embargo no es un argumento muy convincente ya que valoración y cualificación, a la vista de la tabla de categorías, no tienen por qué ir de la mano. En cierto modo cabría esperar que los datos de destrucción de empleo femenino en categorías como las referidas a trabajos elementales, empleados de oficina, etc, fueran mayores, sin embargo la asimetría es evidente.

El tercer y cuarto punto, sin embargo, parece más fáciles de explicar, y es que desde el punto de vista de la socialización de género la atribución de roles puede empujar a muchas personas a categorías laborales concretas. En el caso de los hombres, en el caso Español, parecen acaparar aquellas categorías laborales con una valoración social menor.

También es cierto que el trabajo doméstico y otros trabajos como pueda ser la prostitución no aparecen reflejados en esta tabla ya que no cotizan a la Seguridad Social. De cualquier forma estimar el número de trabajadores para estas dos categorías, y asumirlo fiable, puede ser harto complicado.

Referencias

Barómetro Febrero 2013, Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)

Disponible en: http://www.cis.es/cis/export/sites/default/-Archivos/Marginales/2960_2979/2978/e297800.html

Encuesta de Población Activa, Instituto Nacional de Estadística (INE)

Disponible en: http://www.ine.es/jaxiBD/menu.do?L=0&divi=EPA&his=1&type=db

Base de datos de afiliación a la Seguridad Social, Ministerio de Empleo y Seguridad Social

Disponible en: http://www.seg-social.es/Internet_1/Estadistica/Est/AfiliacionAltaTrabajadores/AfiliacionesAltaLaboral/Afiliaci_n_Media_mensual/index.htm

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